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Mujeres que Inspiran: Nohemí, un coquí en Tierra Santa

Cuando me comuniqué por primera vez con ella para coordinar esta entrevista, fue a través de un mensaje de texto que atravesó latitudes. Nohemí Colón Pagán me saludó contenta "desde una Jerusalén fría y tranquila".


"¿Tranquila?", dije para mis adentros, pensando en las noticias que nos llegan de la zona de conflicto palestino-israelí, y en el mar de peregrinos y turistas que acuden a esa milenaria ciudad. Fue automática la sonrisa al pensar ¿qué hace una boricua por Tierra Santa?


Iniciar la conversación con alguien que es más que una amiga y a la que no ves hace muchos años es difícil, porque quieres saberlo todo, como brincando de lado en lado, afanada de no dejar fuera de la charla ni un solo detalle. Ella se reía, dejando entrever que estaba feliz con el encuentro, que se dio con tal cotidianidad, como si nunca hubiéramos dejado de estar en contacto.


Desde luego, empezó a hablarme por lo más que la llena de orgullo: su familia. En el momento en que conversamos, se encontraba en los Estados Unidos, a donde había venido a pasar las fechas navideñas junto a los suyos, que son todos boricuas de pura cepa.

Luego de ponernos al día con el tema familiar, fui al grano para conocer más de su experiencia viviendo en Tierra Santa. La curiosidad me invadió, y quise saber si sentía peligro ante la cercanía del conflicto armado.


Me explicó dos cosas: primero que la zona más peligrosa es en Palestina, un área territorial que no necesariamente colinda con su residencia. Sin embargo, precisamente debido a la inestabilidad que se vive en suelo israelí, es uno de los lugares más seguros donde se pueda estar.


"Más miedo me da bajarme del carro en el estacionamiento de Plaza Las Américas que en Israel", me dice en broma y en serio.


"Antes de bajarme del carro en Puerto Rico, tengo que ponerle seguro a la puerta, mirar para todos lados, y asegurarme que está bien salir...", insiste sobre la inseguridad que siente en su propia patria versus la situación en Oriente Medio. Es una verdad pasmosa, como una cachetada de realidad para que la conversación deje a un lado el miedo propagado en los Medios de Comunicación sobre el país de Israel.

Lo otro que me explicó fue sobre la gente. Me habló muy bien de los israelíes, cuyo cariño ella y su esposo se han ido ganando en los pasados años, mientras se han destacado allí como misioneros ordenados y profesores en las universidades de Belén y Jersusalén. Ella enseña español, pero no es en lo único en que educa. Tiene el privilegio de organizar excursiones a Tierra Santa, donde precisamente esta semana de la Mujer recibió a muchas puertorriqueñas y visitantes para explorar la rica y fascinante historia de la cuna del Cristianismo.


Ella es así, con una personalidad encantadora, con experiencias interesantes, sazonadas con un corazón sensible, en particular hacia las mujeres. Su experiencia en la sala de clases la ha acercado a muchas de las israelíes quienes, además de querer aprender, sencillamente desean poder dialogar asuntos con los que se enfrentan a diario. Uno de ellos es la violencia.


Es fácil asumir que la violencia es extremadamente palpable en otras culturas del mundo, pero recordemos que en Puerto Rico batallamos con lo mismo. En confidencia, dio unas pinceladas sobre la historia de una de sus estudiantes, quien fue víctima de violencia física por parte de su esposo. Los abusos la llevaron a salir de su casa y pedir el divorcio, cosa que manchó el honor de su familia musulmana y, a raíz de ello, estuvo un año presa en su propio hogar.


La familia de aquella joven culpó erróneamente a Nohemí del divorcio, pensando que como profesora y occidental, fue quien le inculcó esas ideas condenadas por los más ortodoxos de la cultura y religión. "Es una de las historias más tristes a las que me he enfrentado", me confiesa Nohemí. Aunque el contacto con aquella joven a partir de ese incidente fue limitado, me aseguró que nunca la dejó sola.


Y mientras reflexionaba sobre ese amargo momento, también me dejó saber que, aunque uno se espanta por los golpes, faltas de respeto y la desigualdad que enfrentan muchas mujeres de esa zona del mundo, hay otros crudos aspectos que en pleno siglo 21 retrasan el progreso de muchas mujeres en nuestro propio 100 x 35. Se refería al prejuicio institucional, del cual poco o nada se aborda públicamente.

Nohemí junto a su esposo, el Dr. Samual Pagán, uno de los expertos en Biblia y Antiguo Testamento más reconocidos en Latinoamérica y el mundo. Aquí, ya ambos ordenados como Pastores y misioneros en Israel.

"Es bien importante hablar del tema de la violencia contra las mujeres en Puerto Rico, pero no sólo la física, sino la que no se ve. A mí muchas veces me criticaron porque yo dejaba que me dijeran 'Pastora', cuando yo no lo era... Me aclaraban que el Pastor era él, mi esposo, y que yo simplemente era la 'esposa' del Pastor. [...] Era como si les molestara que yo fuera activa, por mérito propio, al lado de mi marido. Y yo decía: ¡si ellos supieran que tantos de sus proyectos han sido en conjunto!"."


Es doloroso traer a la conversación esa realidad. Su esposo es el Dr. Samuel Pagán, uno de los expertos en Biblia y Antiguo Testamento más reconocidos en el mundo. Es también Ministro ordenado de la Iglesia Discípulos de Cristo en Puerto Rico, entre otros importantes cargos que ha ocupado en la Isla y en los Estados Unidos. Y si bien él siempre ha apoyado la participación activa de ella y de las mujeres en la Iglesia, vale decir que en un momento dado, la mentalidad que dominaba entre sus colegas de Ministerio era otra.


Por uso y costumbre, las Iglesias han sido dirigidas por hombres. Tomó años lograr que muchas mujeres, particularmente las Evangélicas, ampliaran sus horizontes en este renglón. Cuando finalmente se comenzó a abrirnos paso, fue con roles menos destacados. Fue nuestra devoción y fuerza la que hizo posible que las mujeres se incorporaran en varias estratas de liderato, hasta que, finalmente, han podido ocupar el púlpito y dirección eclesial con libertad e igualdad de condiciones.


Hoy por hoy, debo aclarar, la Iglesia Discípulos de Cristo en Puerto Rico se cuenta entre las más proactivas y defensoras de los derechos de las mujeres. Pero hay una gran realidad de la que no se habla: que existen grupos dentro de las iglesias en general que todavía no ven con buenos ojos que la mujer se destaque dentro de las filas de la Fe.


Y es precisamente ese pensamiento machista que en pleno 2019 obliga a muchas mujeres a callarse su contribución, porque es supuestamente "propia" la modestia del silencio. Y Nohemí me contaba, con aquellos dolorosos eventos aún a flor de piel, del discrimen que sufren las mujeres inteligentes, emprendedoras y capaces frente a las mentalidades anticuadas.

Fue un prejuicio que, en definitiva, la marcó. Sin embargo, se sacudió los señalamientos y siguió haciendo lo suyo, sin mucha pompa y con paso firme. Así, hizo dos maestrías y un doctorado, se ordenó como Pastora, al tiempo que ayudaba a su esposo en mútiples proyectos y dictando charlas y conferencias por todo el mundo.


De hecho fue ella quien cerró una prestigiosa conferencia mundial de mujeres cristianas en el 2014, a poco tiempo de haber sufrido un leve derrame cerebral. Hace una pausa para recordar el tema de aquél encuentro al que acudieron más de 5 mil mujeres, a quienes se dirigió con un sermón al que llamó "The extraordinary power of compassion" (El poder extraordinario de la compasión).

Su familia tenía dudas sobre las fuerzas de Nohemí para tan emotivo momento, pues aún estaba en recuperación de salud. Pero siguió el consejo de su hijo mayor, de saborearse cada palabra de su mensaje, "como si fuera un caramelo", y no sólo llegó a los corazones, sino que provocó una reacción extraordinaria.


Cada vez que pausaba para decirle a su multitudinaria audiencia que "Dios es bueno", recibía como respuesta a un coro de mujeres que representaban todos los países y etnias del mundo: "Todo el tiempo".


Un coquí cantando desde los confines de la tierra, así ha sido su experiencia, por encima de obstáculos y de señalamientos que hubieran limitado su potencial.


Reflexionando sobre el impacto de la gente que critica, me habla de que el problema que tiene la mujer caribeña (en comparación con otras en el mundo) es el de "la otra mujer", de la crítica entre nosotras mismas que, en vez de ayudarnos a desplegar las alas, lo que hace es cortarlas. Y es aquí cuando retoma su relato sobre la experiencia de vivir en Tierra Santa, para ilustrar una de las lecciones más importantes de su vida.


Me habló de la ciudad de Belén, uno de los lugares más conocidos del mundo por ser cuna de Jesucristo. "¿Alguna vez has estado en la ciudad de Belén?", me preguntó curiosa. Y yo casi avergonzada, le dije la verdad: "no he tenido el privilegio, Nohemí".


Sin emitir juicio y como si fuera un gran secreto de amigas, me dijo: "Pues te cuento que es un lugar muy, muy pobre. Uno no se imagina que allí fue donde nació nuestro Señor. Y cuando uno llega a la Iglesia de la Natividad, mucho menos... porque ese lugar es una cueva".


Gruta de la Natividad, eregida sobre lo que se cree fue el lugar exacto donde nació Jesús.

¿Una cueva? Pero, ¿no que Jesús nació en un establo? Yo me lo imaginaba como un rancho, como los que he visto en mi natal pueblo de Corozal (Puerto Rico) y que se recrea a millones por todo el mundo en postales, ilustraciones y relatos navideños.


Y si me dice "Iglesia de la Natividad", levantada en lo que se cree es el lugar exacto donde nació el Niño Dios, yo me la imagino más magnífica que la Catedral de la Sagrada Familia en España o cualquier otro vistoso edificio religioso en el Vaticano. Todo eso pensé cuando me dijo que el lugar de adoración de la Natividad era una cueva.

Entrada a la Iglesia de la Natividad, que da hacia la Gruta donde se encuentra el lugar de adoración. Nótese la pequeña puerta de entrada, tal y como narró Nohemí.

"Y para entrar a la Iglesia de la Natividad", prosiguió Nohemí, "hay que entrar por una puerta muy, muy pequeñita. Es tan pequeñita que tienes que agacharte, porque sino, no puedes entrar. Es decir: hay que humillarse para poder entrar ante la presencia de Jesucristo. Y esa es una de las cosas más bonitas que me enseñó Dios en todo este proceso, que hay que ser humildes."


Tragué hondo al escucharla, con los pelos de punta, conmovida por lo que me compartía. Porque de haber sido señalada en el pasado por ser "atrevida" para pensar, hacer y hablar con autoridad e independencia (no para competir con su marido, sino para ser ella misma), Dios le abrió oportunidades únicas para trabajar con mujeres de diversas partes del mundo, a ser la autora de innumerables artículos y publicaciones en varios idiomas, y a destacarse como lo que es: una líder.

"Por muchos años, yo fui la esposa... de un hombre importante. [Ahora] Dios me estaba diciendo: 'no escuches la crítica, tú tienes tus propios talentos'. Y me tuvo que llevar al lugar humilde, Belén... a donde su Hijo nació, para que yo entendiera que teníamos que humillarnos para poder ser aquéllo que El quería que nosotros fuéramos."


Y meditando sobre lo que me dice de la humildad, le pregunto: "Nohemí, muchas mujeres que lean tu historia quizás hayan atravesado por situaciones similares, donde se les ha inculcado que no deben sobresalir, e incluso han sido blanco de diversas formas de violencia de género. Y al leer que hay que ser humildes, pueden interpretarlo como 'no tener valor', como si ser humilde y no tener valía o dinero fuera lo mismo. ¿En qué se diferencian?"


Y noté que la pregunta la llenó de agallas, por todas las mujeres oprimidas. Usó una referencia que surge de su corazón y que maneja también desde el quehacer teológico, para contestarme, tipo "el que tiene oídos para oír, oiga".


"Ser humilde no tiene nada que ver con ser pobre o descuidado o no tener valor. Jesús las amó [a las mujeres] , las educó, las dignificó, las preparó y las comisionó. Jesús tuvo un trato especial con las mujeres. ¿Tú quieres un acercamiento más hermoso que ése alrededor de las mujeres? ¿Por qué razón, entonces, las denominaciones, las iglesias, la gente se han empeñado en relacionar a las mujeres con tantos dogmas que nos separan del verdadero valor que tenemos nosotras?


Es imposible producir una respuesta a esa pregunta, que no es retórica, sino desafiante. Una pregunta que se nos queda en el tintero, a falta de una respuesta que no le pertenece sólo a una iglesia o institución religiosa, secular o gubernamental en específico, sino a los que somos parte de todas esas experiencias de vida en comunidad. La respuesta, concluyo yo, es la reflexión que nos apremia aquí y ahora, en medio de la larga lista de reclamos feministas de nuestro tiempo. La respuesta, finalmente, debe ser el compromiso y manos a la obra de todos los que queremos vivir en justicia, paz y equidad.


Vamos redondeando la charla con una de las más recientes satisfacciones que recibió Nohemí y que dieron paso a la publicación de libros para los niños y niñas del Oriente Medio. Son escritos suyos, traducidos al árabe y turco, entre otros idiomas. ¿Cómo surgió todo? La experiencia sirve para cerrar este artículo.


Me aclara primero un dato sobre religión: en Israel la mayoría de la gente son judíos o ateos. Los cristianos y los musulmanes son minorías, especialmente en Palestina. Dentro del grupo de los cristianos, los evangélicos son una gran minoría dentro de la minoría.


Dicho esto, me explica que muchos musulmanes sí creen en Jesús, pero como un profeta. Y dentro de las celebraciones islámicas, se encuentra el Día de Jesús, parecido a nuestro Día de Reyes. En esa fecha, los niños reciben regalos o dinero para comprarse algún juguete. El problema es que, dentro de las opciones que hay en Israel, la gran mayoría de los juguetes son de origen bélico. ¿Y por qué este dato es importante? Aquí está su anécdota.


Las autoridades administrativas de la Universidad de Belén le pidieron a Nohemí que coordinara un compartir para los niños de la comunidad en el Día de Jesús. La idea era recibir a un grupo de 50 niños y poco más. Ella se preparó para recibir 500.


Muchos se burlaron, pensando que se había exagerado por mucho. Nohemí se movió para conseguir donativos y obsequios para los niños, y tenía en mente darles libros, como un antídoto a la cultura bélica tan cotidiana para los pequeñines.


Se topó con que no había nada de literatura que hablara de Jesús, el centro de la celebración. No le costó más remedio que adquirir libros de cuentos tradicionales, no que tengan nada de malo, subrayó, pero iban por otros derroteros dentro del propósito de la actividad.


Llegado el día del evento, en efecto, habían 500 bolsitas con libros, dulces y detallitos (que estoy segura es un don que le viene en el ADN a las madres boricuas) para los niños que con Fe ella esperaba que llegaran. El personal de la universidad lo dudaba, y a duras penas querían poner semejante número de sillas en el espacio separado para la actividad.


Llegada la hora, ocurrió un milagro en el Día de Jesús: la fila en las afueras del edificio ocupaba toda la acera. ¡No había sillas suficientes! Y no quedó de otra que sentar a algunos pequeñines en el piso, para que se gozaran las actividades, teatro infantil y los obsequios por los que tanto trabajó Nohemí, junto a su familia y un gran equipo de trabajo de origen internacional.

La Dra. Nohemí Colón Pagán. junto a un niñito de la comunidad, quien recibió una copia de uno de sus libros, traducido al árabe.

El evento fue un éxito. Al otro día, Nohemí llegó a la oficina del decano universitario, y como era de esperarse, la felicitaron por su esfuerzo y buena acogida en la comunidad. Sin embargo, Nohemí lloró. "Usted tiene que permitirme volver a organizar esta actividad el año que viene", le dijo entre lágrimas. "Y no se preocupe, que los libros sobre la historia de Jesús los voy a escribir yo".


Se puso manos a la obra, y hoy cuenta con varias publicaciones para los niños en diferentes partes de Medio Oriente, que narran la historia de la figura principal del Cristianismo. No obliga a nadie a creer; sólo les cuenta con amor y en el idioma que ellos comprenden las bases de la Fe Cristiana.

No es el fin de su prolífica pluma; en enero de este año presentó otra publicación en la prestigiosa convención de literatura cristiana ExpoLit. Ni tampoco es el fin de su apoyo a la niñez o las mujeres, pues su vocación pastoral y personal está entre ellos.


Hablar de lo que habla y hacer lo que hace la pone en peligro en un país donde, por menos que eso, le ponen precio a una vida. Pero ella sigue valiente y hacia adelante, firme en quien es y en su Fe, dejando huella y cautivando con lo que la distingue, como un coquí que canta desde Tierra Santa.







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