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Mujer: ¡Cree en ti!

Actualizado: 21 nov 2018

Esta es la semana del Empresarismo. Se dedica a fomentar el establecimiento de empresas y negocios para personas emprendedoras. Quise aprovechar la coyuntura, porque he visto que algunas de ustedes están dándole forma a pequeños negocios, y me acerqué a una amiga de muchos años para que les compartiera un poco de su experiencia.


Si esperan que Elizabeth Figueroa les haga un perfecto cuento de hadas sobre el camino que tienen por delante en el empresarismo, se equivocan. Lo que leerán son las realidades de las que no nos advierten a la hora de montar nuestro propio negocio.  No es que quiera desalentarlas, para nada. La dosis que te comparte en este artículo es sumamente realista, para librarte de unos cuantos dolores de cabeza, por los que ella ya pasó. Te brinda sus consejos, para que tu negocio sea exitoso y puedas alcanzar la meta emprendedora que te has trazado.  Lee con atención, haz tus anotaciones. Y si aún no tienes tu propio negocio, pero aspiras a tenerlo en alguna ocasión, ¡aprovecha!


¿Quién es ella? Elizabeth Figueroa se define así: #Copuqueña #Pelúa #Empresaria #Feminista #Nerd, pero por sobretodo #Comunicadora; Egresada de la Escuela de Comunicación Pública de la Universidad de Puerto Rico.  Ha laborado en diversas facetas de las comunicaciones, desde el ámbito académico, así como con entidades ONG's, multinacionales y federaciones deportivas internacionales. Para controlar su neurosis (dice ella) y promover la paz mundial,  al menos la de su entorno, practica Yoga y jardinería. En el 1998 fundó Ingenio Media, una empresa de Comunicaciones.

Aquí les dejo su artículo, ¡sáquenle provecho!



Por: Elizabeth Figueroa


Continuamente estamos siendo bombardeadas con invitaciones a seminarios para empoderar a la mujer a que inicie su ruta emprendedora. “Mujer ¡cree en ti!” se convierte en un grito de guerra, un mantra, un slogan publicitario, un canto de sirena para que asistas al encuentro.

Haces el sacrificio y gastas el dinero para la compra de víveres de la semana y te matriculas.  Los mensajes son constantes y contundentes: ¡eres poderosa!, ¡tú puedes!, ¡eres maravillosa!, ¡cree en ti!  


Sales pompeá, lista para comerte el mundo y convertirte en una millonaria. Vas camino a tu casa con miles de ideas revoloteándote por la cabeza. Apuestas a ti – ¡y pagas doble! -, porque te han abierto los ojos para recordarte que ¡eres poderosa!, ¡tú puedes!, ¡eres maravillosa!, ¡cree en ti!  


Pero cuando te lanzas, chocas con la realidad de que te han inflado el ego y te has ido sin paracaídas por un risco.

Como podrás deducir correctamente, no soy fanática de este tipo de eventos, que a quienes único benefician económicamente es a sus organizadores.


La realidad de emprender, de fundar una empresa, se resume en una palabra: riesgo.

El camino puede ser tortuoso, desde el desarrollo de la idea de tu negocio, estudiar la viabilidad y el mercado para el mismo, los permisos, patentes, presupuestos, suplidores, impuestos, pero, sobre todo, entender y reconocer tu capacidad de riesgo. RIESGO, esa variante que establece cuánto estás dispuesta a sacrificar para lograr tu sueño.


El riesgo es tu despertador. ¿Cuánto tiempo estás dispuesta a arriesgar para arrancar operaciones? ¿Cuántas funciones tendrás que asumir inicialmente cuando comiences tu negocio? Vendedora, contable, servicio al cliente, compras, publicista, relacionista, conserje, mamá y esposa. ¿Cuánto dinero propio estás dispuesta a arriesgar? ¿Puedes arriesgarte a operar 6 meses sin generar un centavo?  ¿Piensas solicitar un préstamo comercial para operar los primeros dos años?


Algo que no te dicen en las charlas de empoderamiento, es el limitado acceso a créditos comerciales. La mayoría de los bancos, por no generalizar y decir todos, exigen un colateral de una propiedad para otorgarte un préstamo del cual posiblemente sólo te den el equivalente al 30% del valor de la misma. “¡Pero si lo que quiero es comenzar mi negocio para comprar la casita de mis sueños!”. Tú podrás creer en ti, pero ellos no tienen que asumir el riesgo por ti.


Como filtro de diseño evolutivo, muchos sueños se desvanecen en este punto.  Las más tenaces, buscan opciones. Donaciones o préstamos de familiares y amigos -lo que de por sí es un riesgo inmenso si quedas mal-, préstamos personales o cooperativas. El  gobierno tiene programas de incentivos para el desarrollo de nuevos negocios, pero muchas se desaniman al ver toda la documentación requerida para analizar el nivel de riesgo de la inversión que harán en tu sueño. Entre ellos: un crédito excelente, tu plan de negocio (¡viable!), estados financieros, tus planillas, colaterales y la documentación relacionada a la propiedad, e identificar las fuentes de repago, todo esto sólo para que puedan evaluar tu solicitud. La más persistente, fácilmente habrá invertido 4 meses en el proceso y sin gestionar un solo permiso, que puede ser una tortura hasta para el más experimentado.

Aquí se aplica el segundo filtro evolutivo, los que se quitan por falta de financiamiento y recursos económicos para la inversión.


Las que sobreviven ese segundo filtro, comienzan el tercer nivel.  Cuál atleta de Exatlón, se lanza a brincar los obstáculos para gestionar los permisos gubernamentales. Identificas el local que visualizaste en tus sueños, pagas el depósito, inviertes en los arreglos, compras inventario, muebles y mano de obra con el dinero del préstamo, pero subestimas el proceso de aprobación del permiso de uso, patente y el Centro de Recaudación de Ingresos Municipales (CRIM).


Cometes el error de asumir que no debes tener ningún problema, ya que el local está ubicado en una avenida principal de una urbanización “y seguro que es una zona comercial”.  Radicas las solicitudes y te encuentras con la sorpresa que la zona es residencial, para la cual necesitarías los endosos de los residentes y que la asociación que representa a los vecinos está en contra de la comercialización de la zona.

No hiciste tu asignación, asumiste el riesgo, perdiste un gran porciento de capital, y ahora a buscar un nuevo local y a comenzar de nuevo.  ¿Cuánto dinero te queda? ¡Cuántos negocios fracasan por seleccionar mal un local y subestimar la permisología!


Los procesos desgastan, entre el seminario y este punto, fácilmente han pasado nueve meses. Las arcas comienzan a vaciarse.  Te preguntas ¿recojo velas y asumo la pérdida? ¿Sigo? Posiblemente tu familia ya esté resentida contigo. Tus prestamistas, nerviosos de que no terminas de arrancar. Es  aquí donde la aptitud y la actitud hacen la diferencia. Y son los que tienen ambas los que pasan el tercer filtro.

APTITUD. Si vas a emprender, ¡prepárate! En vez invertir en seminarios de empoderamiento, matricúlate en cursos cortos de cómo iniciar un negocio, aprende contabilidad básica. Conoce al derecho y al revés lo que quieres establecer. No subestimes el análisis de tus fortalezas, deficiencias, oportunidades y amenazas (FODA en español, SWOT en inglés) de tu concepto de negocio. Haz un plan en el que puedas convertir tus deficiencias en oportunidades. Establece metas concretas para los primeros dos años, y evalúa esas métricas cada seis meses, para que puedas hacer los ajustes necesarios.


ACTITUD. ¿Tienes lo que se requiere para ser empresaria? ¿Tienes la actitud y mentalidad para hacerlo? El 75% del éxito de un empresario radica en su actitud. ¿Cuántas personas conoces con bachillerato o estudios graduados en Administración de Empresas que no pueden ni siquiera manejar un puesto de limonadas?  ¿Conoces a algún empresario que sin estudios formales, pero con conocimiento de su industria, se ha convertido en líder de la misma?

Los empresarios no le temen al riesgo, al contrario, se alimentan de él. Es una adrenalina que los empuja a desarrollar nuevos negocios, crear, crecer de manera casi compulsiva. Es la actitud de no quejarse de las largas horas de trabajo, al contrario, de disfrutarse la experiencia.  Son los que no tienen miedo a lanzarse por un risco sin paracaídas, porque saben que del piso no pasan. Los que enfrentan las crisis y las épocas de bajas como un reto creativo.


Comencé mi empresa en el 1998 sin mucha planificación y sin una idea clara hacia donde la quería dirigir. Necesitaba una estructura legal que me permitiera crear una sombrilla para poder acceder a unos contratos para mí y mis compañeros de gremio, que de manera individual era simplemente imposible obtenerlos.


Tomó vida propia y en 20 años he experimentado de todo: éxitos, rotundos fracasos, bonanza y crisis económicas. Pese a tener la aptitud y la educación necesaria, he tenido que trabajar con mi actitud.


Miro en retrospectiva, miro los riesgos y sacrificios que he tenido que enfrentar; mi crecimiento personal. No ha sido fácil. Pero ser empresaria no es para los blanditos de corazón. Pero el corazón es un músculo, que puedes fortalecer. Y si me preguntas si valió la pena, te diría que sí. Si me preguntas si debes hacerlo, te diría, ¡Arriésgate! ¡tírate de cabeza... y sin paracaídas!


Si tienes dudas o preguntas sobre cómo iniciar tu negocio, puedes escribirme a: preguntas@ingeniopr.com


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